Filmada casi por completo en San Martín de los Andes, la serie convierte el paisaje en un protagonista silencioso. Las montañas, los lagos y los bosques funcionan como un espejo emocional de los personajes, amplificando la tensión y sosteniendo una estética visual que roza lo cinematográfico.
En ese escenario se desenvuelve una trama cargada de secretos, alianzas quebradizas y heridas que se arrastran desde hace años. La fotografía subraya ese clima con una paleta fría y contrastes que recuerdan que, aunque la naturaleza sea majestuosa, también puede ser despiadada.
La producción lleva la firma de Adrián Suar junto a Kapow, con un guión de Leandro Calderone y la dirección de Jorge Nisco y Alejandro Ibáñez, un equipo que ya demostró ser capaz de manejar historias intensas sin perder pulso narrativo.